Los agricultores del primer mundo comienzan a tener en cuenta factores econo-medioambientales a la hora de elegir sus cosechas. Tal vez, muy pronto veamos extensas plantaciones de ciertas variedades de caña de azúcar en aquellos climas capaces de sustentar este cultivo, y no solo por la posible utilización de este vegetal como materia prima para elaborar biocombustibles, sino porque su mero proceso de crecimiento es todo un “avanzado” método natural de secuestro de carbono.
Se sabe desde hace tiempo que las plantas (también los animales) son capaces de crear pequeñas biomineralizaciones llamadas fitolitos - los anglosajones las llaman “plantstones” - como resultado de su actividad celular (véase foto). Estas pequeñas píldoras minerales normalmente se componen de sílice, pero se ha descubierto que ciertos tipos de cultivo en concreto, por ejemplo algunos cereales como el trigo y el sorgo, producen lo que se llaman fitolitos de carbono oculto. En estas “piedras de planta”, el sílice envuelve al carbono y una vez formado el fitolito, cae al suelo mezclándose con la tierra.
Se estima que cada año los fitolitos de carbono extraen 300 millones de toneladas de CO2 de la atmósfera, y que además almacenan este carbono de forma segura en el suelo durante miles de años. Algunos científicos, como los de la empresa australiana Plantstone Pty Ltd, creen que se podría acelerar varias veces el ritmo de este proceso si simplemente se adoptasen algunas medidas prácticas en agricultura.
Su idea, de la que New Scientist habla en su último número en el artículo “Plantstones’ could help lock away carbon“, (requiere suscripción), consiste en que los distintos gobiernos primen con subvenciones a esta clase de cultivos “fitolíticos” para reducir el saldo nacional de las deficitarias cuentas de emisiones CO2, que funciona por cupos desde la adopción del Protocolo de Kyoto (y en las que por cierto, [URL=“http://www.cadenaser.com/sociedad/articulo/cambio-climatico-espana-cola-medidas/sernot/20071127csrcsrsoc_8/Tes”]España va a la cola). Entre los métodos elegidos para mejorar el rendimiento de estas plantas a la hora de secuestrar más carbono figuran una mejor gestión agronómica de los cultivos, y la modificación de las plantas mediante ingeniería genética.
El carbono secuestrado en forma de “piedras de planta” es prácticamente indestructible a causa de su coraza de sílice protectora, y resistiría a incendios o a operaciones de removido de tierra durante milenios. Este es uno de los puntos a favor que hacen que los científicos se estén interesando por este método para el secuestro de CO2, ya que no requiere de instalaciones o maquinaria especial, ni para la absorción de este gas invernadero, ni para su almacenamiento posterior. Todo lo contrario que las costosas operaciones a acometer con otros métodos propuestos, como por ejemplo el de la inyección de gases invernaderos en antiguas bolsas petrolíferas agotadas.
Así pues, si reaccionamos a tiempo y en España aumenta el área de cultivo dedicado al clásico (y ahora también “fitolítico”) trigo, pronto podremos matar dos pájaros de un tiro: mejorar el saldo de las emisiones de gases invernadero y conseguir un descenso en el precio del pan, ¡ahí es nada!
(fuente: www.maikelnai.es)