La alianza Cuba-Venezuela: realidades incontestables para un sueño
latinoamericano
Por: José Manzaneda
El día 15 de octubre, en la ciudad castellana de Salamanca, durante la
Cumbre Iberoamericana, miles de personas acudiremos a la manifestación y el
festival solidario en apoyo a Cuba y Venezuela (ver www.euskadicuba.org), a
sus procesos revolucionarios, y a su estrategia conjunta de integración,
solidaridad y resistencia antiimperialista, primer paso en el proyecto de
unidad latinoamericana que representa la llamada Alternativa Bolivariana de
las Américas (ALBA). Es posible que en el acto final intervengan los
presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez, figuras que hoy encarnan el gran
enemigo ideológico de los grandes poderes mundiales -élites económicas
transnacionales, cúpulas políticas de los países enriquecidos, oligarquías
latinoamericanas, grandes pools mediáticos e intelectualidad postmoderna- y
que, por la misma razón, constituyen la gran voz disidente que hoy habla por
las grandes mayorías empobrecidas del planeta.
Pero las razones para acudir a Salamanca en los autobuses que saldrán de
Euskal Herria [1] van más allá del apoyo explícito a las conquistas sociales
y políticas de las revoluciones de Cuba y Venezuela. La actual alianza entre
ambos procesos y ambos gobiernos es uno de los núcleos centrales de todo un
proceso de cambio continental en América Latina, que avanza a gran ritmo
frente al Gran Proyecto Neoliberal que adopta, en su particular concepción
de la integración continental, diversas formas: ALCA, TLCA, Plan Colombia,
Plan Puebla-Panamá, etc.
La alianza estratégica Cuba-Venezuela
Cuba y Venezuela sellaron hace varios años su alianza estratégica, que va
mucho más allá de la fórmula “médicos por petróleo”. Es cierto que Cuba ha
comenzado a librarse de la dependencia energética gracias a los casi 80.000
barriles diarios de petróleo venezolano, y por primera vez en los últimos 15
años puede anunciar programas económicos de gran calado social en la Isla,
como el nuevo plan de construcción de 500.000 viviendas para los próximos 5
años. Y, ciertamente, Venezuela está dando un gigantesco salto en materia de
salud pública, gracias a la llamada Misión Barrio Adentro (I y II),
implementada por casi 20.000 cooperantes cubanos, que dan servicios de
medicina familiar, oftalmología, odontología y otros a casi el 60% de la
población venezolana.
Pero el plan estratégico aprobado por los gobiernos de Cuba y Venezuela en
abril de 2005 abarca otros muchos capítulos de solidaridad bilateral, de los
que entresacaremos algunos ejemplos:
· En el campo de la salud: un plan de formación por parte de Cuba de 55.000
profesionales de la salud venezolanos, que constituirán el soporte humano
del futuro sistema público de salud de Venezuela; la construcción en
Venezuela de miles de nuevos consultorios, centros de diagnóstico integral,
salas de rehabilitación y fisioterapia y centros de alta tecnología; la
llamada Misión Milagro, por la que ya han sido intervenidos gratuitamente en
Cuba de enfermedades de la visión 80.000 venezolanos y venezolanas sin
recursos, y que se incrementará hasta los 100.000 pacientes/año.
· En el campo de la educación: la Misión Robinson, basada en el método de la
pedagoga cubana Leonela Realy, ha logrado la alfabetización de casi
1.500.000 personas; otras misiones educativas que cuentan con asesoría
cubana, como Misión Ribas (formación de bachilleres), Misión Sucre
(enseñanza superior), Misión Vuelvan Caras (formación de trabajadores
especializados para el desarrollo de cooperativas) o la Universidad
Bolivariana de Venezuela ofrecen posibilidades de estudio a millones de
venezolanos antes excluidos del sistema educativo.
· En el campo económico: la compra a precios preferenciales por parte de
Cuba de 412 millones de dólares en productos venezolanos durante 2005,
propiciando la creación de casi 100.000 nuevos puestos de trabajo en
Venezuela; la inauguración de oficinas de empresas públicas de Venezuela en
Cuba (PDVSA, Banco Industrial y otras) y de Cuba en Venezuela; la decisión
estratégica de reparar los barcos petroleros venezolanos en Cuba, y ya no en
Estados Unidos; la eliminación mutua de numerosos aranceles; la creación de
empresas mixtas en el campo de la siderurgia, el tratamiento del níquel, los
ferrocarriles, el transporte marítimo, el desarrollo agrícola, la producción
de artículos deportivos y muchos otros; la ejecución de 9 proyectos de
desarrollo endógeno en ambos países, potenciando diversas zonas rurales; y
decenas de acuerdos marco, contratos y memorandos en materias tan diversas
como la informática y comunicaciones, el transporte, la biodiversidad y el
medio ambiente, la economía popular, los recursos hidráulicos, la vivienda,
la agricultura, la ganadería y la pesca, la industria ligera, la industria
eléctrica o la aeronáutica civil.
· En el campo del deporte y la cultura: la llamada “Misión Barrio Adentro
Deporte”, en la que miles de preparadores físicos y trabajadores sociales
cubanos apoyan el trabajo social mediante el deporte en los barrios más
desfavorecidos de Venezuela; la preparación de miles de deportistas
venezolanos por parte de entrenadores cubanos de élite, que permite
vislumbrar a Venezuela como la futura potencia deportiva emergente de
América Latina; programas conjuntos de cooperación cultural en materia de
servicios editoriales, cine y discografía, y la creación de una empresa
estatal mixta de industrias culturales.
· Y en el campo de la batalla mediática: decenas de acuerdos de producción
conjunta y trabajo compartido entre televisiones, radio y agencias de
noticias públicas de ambas naciones.
La alianza Cuba-Venezuela: un factor de influencia en la región
Pero la alianza Cuba-Venezuela no puede ser entendida si no es a la luz del
proyecto del ALBA, la Alternativa Bolivariana para las Américas, propuesta
que lanzara hace dos años el presidente Hugo Chávez Frías como respuesta al
ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de América), proyecto impulsado por el
gobierno de Estados Unidos. Mientras el ALCA responde a los intereses del
capital trasnacional y persigue la liberalización absoluta del comercio de
bienes y servicios e inversiones, el ALBA pone el énfasis en la lucha contra
la pobreza y la exclusión social, se fundamenta en la cooperación entre las
naciones para compensar sus asimetrías en el desarrollo económico, persigue
el desarrollo endógeno que erradique la pobreza y corrija las desigualdades
sociales y territoriales y sus principios fundacionales son la solidaridad y
la unidad latinoamericanas.
Cuba y Venezuela ya se encuentran en el camino del desarrollo del ALBA, a
través de las miles de iniciativas de integración y solidaridad mutuas.
Pero, además, ambas naciones son hoy un factor fundamental de influencia en
la región. Una influencia que no es ejercida a través de los tradicionales
mecanismos del imperialismo norteamericano -el chantaje económico, la deuda
externa, la presión militar, el terrorismo, los golpes de estado- , sino a
partir de iniciativas solidarias para la integración económica y el
desarrollo social. Pongamos algunos ejemplos:
· En materia de salud: la ya conocida cooperación solidaria médica de Cuba
en América Latina (brigadas médicas cubanas, Plan Integral de Salud en
Centroamérica, Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana, etc.),
incrementará su potencial a partir de acuerdos como el plan de formación en
Cuba de 200.000 médicos latinoamericanos en los próximos diez años, o el
llamado “Compromiso de Sandino”, que significa la extensión de la “Misión
Milagro” en 10 años a 6 millones de latinoamericanos -y norteamericanos-
pobres con enfermedades de la visión, a los que ambos gobiernos pagarán
pasajes, tratamientos quirúrgicos y postoperatorios.
· En materia de educación: además de los acuerdos entre Cuba y
municipalidades gobernadas por la izquierda en varios países, Cuba y
Venezuela han lanzado un proyecto continental -financiado por ambos
gobiernos- para la eliminación del analfabetismo en toda América Latina.