La historia registra numerosos ejemplos de así llamadas “guerras santas” personalmente creo que la Bioética es así, profesionales de las ciencias en salud, pacientes, la iglesia y religiones, derechos humanos, economías, pidan lo que quieran…
El discurso de las ciencias de la salud y el de la bioética se han solazado en introducir nomenclaturas de alto poder evocatorio, como futilidad, encarnizamiento, ensañamiento terapéutico, distanasia, cacotanasia, que pretenden otorgar más fuerza de convicción a las posturas conceptuales. Lamentablemente, por carecer muchas veces de la estructura de una reflexión adecuada, estas denominaciones desatan más polémicas y confusiones que claridad normativa.
Proporcionalidad terapéutica.
Los conceptos en torno a la relación apropiada entre beneficios terapéuticos y efectos negativos, han ido variando con el tiempo pero están lejos de lograr un consenso. Así, desde Pío XII se habla de tratamientos extraordinarios y ordinarios, nomenclatura que a poco andar se consideró inadecuada por cuanto el significado de lo extraordinario depende de las circunstancias y varía en el tiempo. Se prefirió, también desde una inspiración eclesiástica, hablar de tratamientos proporcionados y no proporcionados, pero de allí nació una polémica que resultó insalvable. La proporcionalidad puede ser entendida como una relación, conveniente a los intereses del paciente, entre los beneficios que otorgará el tratamiento y los efectos negativos que deberá aceptar. Juan Pablo II, que inicialmente había propiciado la suplantación de extraordinario/ordinario por proporcionado/no proporcionado, terminó por rechazar también estos términos por considerar que eran excesivamente consecuencialistas y desestimaban que ciertos actos eran intrínsecamente malos “semper et pro semper”, es decir, incondicionalmente. Frente al riesgo de provocar un mal intrínseco, el médico debe abstenerse porque no hay beneficio alguno que pudiese justificar el mal absoluto. Cuando un mal es absoluto y no puede bajo ningún contexto ser legitimado, cualquier eventual beneficio deberá ser sacrificado y no habrá lugar para una evaluación proporcional.
Mientras un acto médico logra beneficiar al paciente y éste ha consentido al plan terapéutico a sabiendas que los efectos negativos pueden ser muy graves, estarán cumplidos los requerimientos de la bioética. La decisión del paciente es garantía suficiente para validar la intervención médica. Hay, no obstante, situaciones clínicas críticas en que la relación entre lo positivo y lo negativo se vuelve opaca, y donde las decisiones de los diferentes interlocutores pueden llevar a discrepancias y conflictos. A fin de manejar estos problemas, apareció en la literatura bioética el término de futilidad terapéutica, que se está utilizando con más entusiasmo que propiedad, ya que tampoco aquí se encuentran consensos semánticos o conceptuales.
En rigor, la utilidad terapéutica ocurre cuando los medios de que dispone la medicina y las ciencias de la salud no logran influir sobre el transcurso de la enfermedad. Esta afirmación debe ser entendida literalmente en el sentido que la enfermedad no puede ser detenida, mejorada, curada por medios terapéuticos disponibles. De allí no se deduce la inactividad terapéutica, ya que la medicina pudiese contar con medidas paliativas, de cuidados o de soporte vital, que no influirán sobre la enfermedad pero sí sobre el bienestar del paciente.
[CENTER]La Película… “You Don’t Know Jack”.
Una película producida por HBO y protagonizada por Al Pacino, entrega la cinta publicitada “You Don’t Know Jack”, que nos despierta de nuevo el tema sobre la eutanasia y sus métodos. Generando así toda clase de criticas respecto a los sucesos acontecidos con este médico.
Trata sobre el médico Jack Kevorkian, que en la vida real estuvo cerca de 8 años en prisión tras ser acusado de homicidio por practicar la eutanasia a sus pacientes y hace 3 años fue liberado, sin embargo se encuentra retirado de toda actividad médica y se dedica a dictar conferencias en colegios sobre la lucha por el derecho a morir dignamente.
“Morir con monóxido de carbono vuelve la piel rosada y hace lucir bien el cadaver” decía Jack Kevorkian, pues en los años 90 conmocionó al mundo por asistir a más de 100 pacientes que decidieron suicidarse con las “maquinas de la muerte” creadas por el mismo.
Trailer de “You Don’t Know Jack”.
YouTube - HBO Films: You Don’t Know Jack Trailer #1 (HBO)[/CENTER]