En 2007, la Organización Panamericana de la Salud identificó en su documento “Salud en las Américas” la necesidad de fortalecer la información científica en salud, en cuanto a acceso y utilización para informar las decisiones de salud. En este texto se señala explícitamente que “como actividad productora de nuevos conocimientos aplicables al beneficio de la sociedad, la investigación y sus productos son un ejemplo clásico de bien público”. Enseguida menciona el llamado que emanó de las dos reuniones de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información en orden a “promover el acceso universal a los conocimientos científicos que incidan en el desarrollo y bienestar de las poblaciones”. Sin embargo, este mismo documento, así como varios otros estudios, denuncia la existencia de una marcada disparidad en la producción de conocimiento científico entre los países desarrollados y los emergentes, lo que se traduce en una serie de indicadores de pobreza en publicación y en citaciones de investigaciones provenientes de países que no sean desarrollados y de habla inglesa.
Los obstáculos que enfretan los países emergentes para aumentar su producción científica.
Las razones que explican por qué los países en vías de desarrollo tienen poca presencia en la literatura médica mainstream son diversas, y entre éstas, resaltan algunas que vale la pena mencionar. En primer lugar, el idioma se presenta como una barrera difícil de superar en muchos casos, lo que a su vez repercute sobre la citabilidad de estudios que pueden incluso ser de excelente calidad y pertinencia. El caso de Japón es ilustrativo: teniendo una gran producción científica tanto en investigación como en publicaciones, como país se encuentra muy por debajo de las tasas de citación de Norteamérica, Europa, Australia, entre otros.
Otro elemento que acusa esta inequidad en la producción de capital científico, y que a la postre coarta las posibilidades de mejorar la competitividad de los países, reside en lo que se ha llamado “sesgo de selección de manuscrito”, el que resulta en la publicación de manuscritos que son elegidos por factores diferentes de la calidad metodológica y robustez estadística del estudio. De tal manera, muchos autores de países menos desarrollados no envían sus trabajos para ser publicados en la revistas de mayor impacto.
Si esto es lo deseable, la realidad se presenta de otra forma. Según el ya citado informe de la OPS, en el período 2000–2005 la participación de América Latina y el Caribe en la base de datos MEDLINE representa en promedio 2% de la producción mundial. En esta misma base de datos, el total de títulos latinoamericanos en 2005 era 66. Según nuestros datos, habría solamente 26 revistas en idioma español indexadas en MEDLINE, las que son mayormente de España. A saber, hay sólo tres revistas chilenas en este índice, y todas se publican en español y con abstract en inglés.
Realidad científica y editorial en Chile.
En Chile existe un buen número de universidades e institutos. Muchos de estos realizan investigación y exigen que sus académicos cumplan con un cierto número de publicaciones al año en revistas de alto impacto. Los académicos e investigadores saben y valoran que el proceso de revisión por pares es fundamental para la validación de la calidad de un manuscrito. Asimismo, las revistas que se encuentran indexadas en las principales bases de datos biomédicas del mundo tienen procesos de revisión por pares consolidados. En consecuencia, existe una demanda por publicar en revistas indexadas (con revisión por pares) y con factor de impacto. Por otra parte, como este aspecto de la carrera académica no es exclusivo para Chile, se puede entender que hay competencia por aparecer con trabajos publicados en revistas llamadas ISI, y las que están en idioma español son pocas, como se señaló arriba. Adicionalmente, las instituciones que tienen convenio de desempeño también deben comprometerse a aumentar el número de publicaciones de sus establecimientos. Todo esto genera una presión sobre el sistema y la necesidad de abrir mayores espacios de publicación de calidad. Pese a lo anterior muchas de estas publicaciones de los autores no llegan a ver la luz debido a que existe un entrampamiento dentro de las propias instituciones las cuales no comparten sus publicaciones en otras palabras la enclaustran eternamente.
El país ha reconocido la necesidad de invertir más en ciencia y tecnología a fin de mejorar su índice de competitividad, entre otras externalidades positivas. Los fondos concursables han aumentado la masa de investigadores, y estos proyectos financiados deben también publicar sus resultados en revistas indexadas. La consecuencia obvia de esta mayor inversión y exigencia se evidencia en el 86% de aumento de la producción científica medida como publicaciones en el cuatrienio 2004-2008. El Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad señala que Chile sigue teniendo una baja participación en la producción científica mundial, a pesar de la tendencia al aumento, aún cuando indica que Chile mantiene un liderazgo en comparación con otros países latinoamericanos.
Ya se hizo referencia anteriormente a los obstáculos que existen para potenciar la producción científica de los países en vías de desarrollo. En nuestra experiencia, resulta extraordinariamente difícil financiar proyectos editoriales independientes, vale decir, que no sesguen su línea editorial en función de avisadores que generalmente provienen de la industria farmacéutica. Y aún cuando estos eventuales auspiciadores no utilicen su influencia para publicar unos u otros contenidos de su interés, siempre más se aprecia que las áreas de marketing de estas empresas deciden este tipo de gasto, y analizan con parámetros estrictos el retorno sobre la inversión de colocar avisaje en publicaciones biomédicas. Se podría hacer un estudio retrospectivo de tendencia para identificar las caídas en inversión en publicaciones biomédicas locales por parte de la industria. La consecuencia de esta realidad empírica es que las revistas tienen serias dificultades para financiarse y para profesionalizarse, lo que se refleja particularmente en el bajo número de revistas chilenas indexadas en MEDLINE -sólo tres-.
Resumiendo…
Existe una marcada brecha en la producción de conocimiento científico entre los países desarrollados y los emergentes.
La subrepresentación de los países en desarrollo en las revistas de alto impacto de primer mundo es un problema de equidad y las problemáticas de salud de estos países no son debidamente cubiertas.
Esta inequidad se produce también porque los países desarrollados invierten más en investigación y desarrollo y los resultados de estas investigaciones son publicados en revistas de primer mundo, generando una recirculación de capital científico que margina a los países más pobres en indicadores de productividad científica.
Sin embargo, las investigaciones localmente realizadas y publicadas se correlacionan con un mayor grado de adherencia por parte de los profesionales de la salud de los países emergentes, por lo que resulta importante fortalecer la capacidad editorial científica local, que también debería respetar el idioma local.
Los factores que inciden sobre la escasa representación de los países menos aventajados en la comunicación biomédica mundial son varios, entre los cuales destacan barreras idiomáticas, escasez de fondos para la investigación, debilidad de formación en metodología y comunicación científica, entre otros, quedando así instalado el concepto de determinante social de pobreza en productividad científica.
La existencia de un sesgo de selección de manuscrito también atenta contra las posibilidades de mayor presencia de los países emergentes en la literatura biomédica de mayor impacto.
Chile no escapa a esta tendencia mundial de inequidad en capacidades de investigación y publicación, y su presencia en las grandes bases de datos es mínima.
Los países tanto del primer mundo como de las economías emergentes, deberán hacer un esfuerzo mayor de inversión en apoyar los proyectos y fondos que fortalezcan las capacidades locales de investigación y publicación. Este imperativo debe ser atendido no sólo por los gobiernos, sino que también por la industria farmacéutica que financia muchos de los grandes estudios de eficacia terapéutica. Es preciso que todos los actores se hagan cargo de la existencia de esta inequidad y contribuyan a cerrar esta brecha que tiende a perpetuar las condiciones de desventaja de los países más pobres.