El intelectual y las palabras

[B]El intelectual y las palabras.JesRICART[/B]
Intelectualmente el material que más se maneja es el lenguaje. ¿qué decir de un intelectual que repudia de él apelando a que la vida pasa por el cuerpo y no por las palabras? Lo menos que se puede decir es que inventa una contraposición entre sensorialidad e intelectualidad como si ésta se construyera de espaldas a los sentidos. El intelectual lo que más tiene o de lo que más se vale es de las palabras. Es un contributor a los neologismos y a distintas formulaciones y razonamientos por la vía ensayística. Cuando un intelectual objeta de otro que le sobran palabras no hay que descartar la exploración del peso de lo emocional de lo primero en contra de lo segundo. Un intelectual formado en lecturas y debates ha de saber más que nadie en como dilucidar de todo texto lo esencial de lo superfluo. Objetar al otro su supuesto exceso de palabras sin objetarle sus tesis todo lo que hace o demuestra es que no se ha enterado de ésta o se ha visto confundido por el laberinto lingüístico. Como intelectual sabe que las cosas se pueden decir de maneras muy distintas y bordar el cromo de toda exposición puede obedecer a razones literarias más que discursivas. También debe saber que en un texto además de su objetivo elaborativo y mensaje principal concurre una colateralidad de submensajes sutiles y secundarios.
Sin duda, los textos largos piden más tiempo atencional -no siempre- que los textos cortos, pero tanto en unos como en otros el reto de la lectura es el de conectar con su esencialidad o con lo que quieren decir. Las palabras son la materia instrumentada para hablar de contenidos del pensamiento. El lenguaje extra descriptivo vive por y para los conceptos. Lo mas fácil es que quien no tenga necesidad de ellos tampoco sienta la necesidad de pluses de grafías o de voces. Hay palabras cuya escucha cautiva, aunque no diga nada muy significativo, y otras por las que un lector deficitario se siente enredado. Una proporción de estudiantes que apenas si ha empezado el bachillerato ya tiene un posicionamiento en contra del lenguaje complejo. Optan por el lenguaje breve (el de las notas cortas o minúsculas) para tener argumentos sobrados de unas ideas que piden más que una colección de titulares o eslóganes. Unos compañeros implicados en una lucha ecologista que discutían los textos disertativos largos valorando la energía eólica eligieron uno de ellos para compararlo con otro dentro de este mismo campo temático y los sometieron a una “prueba de campo” mostrándolos a sus hijos bachilleres. ¿Qué preferís el más largo o el más corto? El más corto claro, lleva menos tiempo la lectura. Al mismo tiempo querían el máximo de argumentística sobre el tema. La anécdota representa dos cosas: la desidia de una parte (querer conocer sin prestar un esfuerzo excesivo) y el simplificacionismo de la otra, no exento de simplismo, al presuponer que la dotación energética de significados y datos de las palabras se pueden sustituir por abreviaturas, faltas de referencias y debilidad documental.
El lenguaje intelectual como todo lo demás en la vida humana no es para toda clase de niveles de consumo de la cultura. Es la misma clase de dialéctica la que hay entre los forofos expertos de un tipo de música o de espectáculos y otros que no lo son ni lo serán, con quienes son adeptos del lenguaje complejo y otros que no lo son ni lo serán. El ensayista desde el momento en que escribe sabe que se pone a escribir para una minoría. A diferencia del novelista en bruto que pretende deslumbrar al mundo con su originalidad avalada por una plataforma editorial que lo promocione, aquel no se plantea tanto si sabe o no escribir como que utiliza la escritura (las palabras graficas) para poner a prueba su pensamiento mientras que éste puede prescindir incluso de pensar su obra o de la logica de sus personajes bastándole crear algo suficientemente atractivo que atrape la lectura aunque realmente no diga nada muy interesante. Hay cientos de miles de libros en el mercado llenos de palabras que nunca leeré ni experimentaré un sentido de pérdida de algo importante por no hacerlo. Hay recomendaciones de enlaces donde consultar textos o envíos de originales que me aburren desde el primer párrafo y desestimo de continuar. Un escritor pide la atención lectora en otros que a su turno no concede para otros textos que le envían si no le resultan válidos. La vida es cruel, es decir pasa por la discriminación. Valorar situaciones es discriminar sus partes. No todas las palabras merecen una atención por un igual. La impugnación de un texto oral o escrito es la impugnación de su autoría.
El modo de impugnar el uso de las palabras se hace con palabras lo cual tiene bastante de contrasentido. ¿Por qué tus palabras de uno que dicen la excesividad desbordada de otro son más representativas? ¿qué es lo que hace creer a un hablante que lo que dice es más importante que lo que otro dice? Sacar la vara de medir por cantidades es un poco absurdo. Sería tanto como evaluar la importancia de las cosas por su tamaño y su peso, no por su contenido. Un hombre noes mas importante que otro por el hecho de que pese más o sea más alto. Una mujer no es más mujer que otra porque sea más bella o tenga más tetas. Obvio. ¿Por qué razón atacar a un texto por su extensión? El intelectual necesita de las palabras y de las formas que arma con ellas. Se le supone que tiene por objetivo trabajar con ideas y aclarar las que están confusas. Una parte considerable de sus textos está dedicada a hablar de textos, de los suyos y de los de otros. Aparentemente, para el lego todo va de lo mismo y entre tanta palabrería solo ve manchas negras. Admitido que no falta quien no distingue en un papel en blanco y uno escrito no hay que sufrir por ese perfil. Existe y punto. Mas exacto: seguirán existiendo. Desde la escritura cuneiforme hasta la alfabetización a gran escala pasaron milenios. Todavía hay un considerable porcentaje de la población mundial analfabeta. Desde el papiro a la pantalla de ordenador ha habido un largo proceso que no ha terminado. Hay que admitir el fenómeno de la no lectura y de la no comprensión de una considerable multitud social. Mientras una parte del país solo desea enterarse de las piruetas circenses del coyunturama y de lo que hacen las caras más públicas, otra parte estudia y quiere formarse para no quedarse en las apariencias de las cosas. Un terrible fenómeno actual, de la mal denominada sociedad de la información, es que una parte notoria del periodismo no trata de la realidad sino de sus aspectos más grotescos e irrelevantes pero que los trata de maneras superlativas creando la falsa imagen de que la realidad es eso que se cuenta de ella.
No se puede descartar una intelectualidad de prosa sobrante para no decir nada nuevo por muchas que sean sus tentativas discursivas. Lo intelectual circula continuamente entre el método de elaboración y el objeto de elaboración. Habrá que distinguir lo qué dice de lo que acompaña ese decir como parte del relato. En el campo de las formas artísticas sabemos que de unas escasas constantes temáticas y mitológicas se hacen infinitas versiones re explicativas. El ensayo elaborativo no es contrario al desarrollo de una literatura de las formas valorables por su placer visual y comprensivo al tomar contacto. En tanto que forma extensiva, la literatura (sin exceptuar la ensayística) crea una entente seductiva entre su propuesta y su lectura. Independientemente del destino al que conduzca en cuanto demostración de nuevas ideas e implementación en el caudal cultural de quien toma contacto con ellas, también tiene el registro de otro valor, el lúdico, el del entretenimiento, el meramente estilístico. En el campo plástico, Paloma Navares con sus propuestas de forma sabe -como toca saber a todo artista- que la forma seductiva es engaño. Valorar las cosas desde el punto de vista estrictamente de lo necesario dejaría fuera del mundo de los contactos sensoriales multitud de formas que vienen a ocupar un espacio como artificios. Hay toda una industria cosmética que viene a cambiar la morfología para crear otras imágenes con las que conseguir estados de placer que las imágenes originales no obtendrían. Algo parecido sucede con el relato discursivo cuando genera la sensación de estar explicando los más grandes misterios conceptuales, o atreverse a hacerlo, aun sin tener las soluciones para desentrañarlos. A lo largo de una línea elaborativa se van cambiando unas palabras por otras, unos enfoques descriptivos por otros, con una intencionalidad de explicar de mejor modo lo que en fases elaborativas anteriores eran deseos o conjeturas.
Cuando un intelectual, o al menos un amante de las palabras escritas, discute de otro que se escuda tras las palabras es que no ha entendido la propia esencia de la intelectualidad ni la suya propia que la mantiene en estado de tentativa pero no de compromiso total. La reacción ante un alud discursivo que supera la intelección de alcanzarlo es un indicativo autodefensivo a no ser que se demuestre la filfa de todo lo dicho. En el peor de los casos las palabras entretienen aunque el objetivo que se quiera conseguir con ellos quede un tanto diluido. ¿acaso no sucede con otras muchas tentativas artísticas en la danza, el cine o la pintura? El texto propuesta cuenta con un anexo elaborativo que pondrá el lector.