[QUOTE]Las lesiones imborrables
Los abogados defensores intentaron infructuosamente demostrar que el mayor de los hermanos no era un niño “normal” y que dicha situación lo hacía pasar por dichos estados de ánimos.
J.A.T.P. fue interrogado por más de ocho personas (sicólogos, siquiatras, abogados, fiscales, y los propios jueces), respecto a la traumática experiencia y siempre sostuvo lo mismo.
En su alegato de clausura, después de que el Ministerio Público y la defensa examinaron a todos los testigos, profesionales, policías y peritos, el fiscal Rodrigo de la Barra relató parte de lo sucedido: “que el papá le ponía el pirulín en el poto, y le metía el pirulín en el poto, que le abría el poto con una linterna, que esto le dolía, que obligaba a J. (el hermano menor de mismas iniciales) a chuparle su pene, que lo amenazaba constantemente y los obligaba a guardar secreto”.
[B]Por ello, de la Barra sostiene que el niño ha sido capaz “de traspasar médicos, sicólogos, siquiatras fiscales y se han mantenido en forma estable, libre de manipulaciones, lo que da cuenta de una dolorosa verdad que ha afectado el desarrollo normal de estos menores”.[/B]
Previo a la denuncia ante la fiscalía, la madre hizo examinar al mayor de sus hijos ante dos médicos. Uno de ellos fue el pediatra Jorge Torres Torreti, quien pudo evaluar al menor y constatar las lesiones anales que presentaba el niño.
El facultativo, incluso, sugirió a Carolina la presencia de una situación anormal que había que denunciar.
Ante el tribunal, el profesional sostuvo que el menor presentaba a la fecha de la consulta un “ano complaciente”, característico de la penetración de un objeto.
El otro especialista consultado fue el conocido siquiatra Sergio Canals. Analizó a los dos menores mucho antes de la denuncia y pudo constatar alteraciones en junio de 2005. Ante el diagnóstico, le sugirió a la madre que debía tomar acciones cuanto antes.
Hecha la denuncia, en diciembre del año pasado, los menores fueron sometidos a pericias por facultativos del Servicio Médico Legal, las que fueron refrendadas en informes y ante el propio tribunal.
Interrogado por la fiscalía y por los abogados de la defensa, el doctor especialista en medicina legal, Ricardo Díaz Serani informó acerca de la presencia de “lesiones visibles, zonas blanquecinas correspondientes a cicatrices” en el ano del menor de 11 años.
La defensa cuestionó estos informes mediante otra pericia y la presencia en el tribunal del médico forense Luis Ravanal (el mismo que también entregó un informe alternativo que cuestionó la causa de muerte de Rodrigo Anfruns). El especialista sostuvo que no era factible determinar las lesiones a simple vista y que era necesario practicar exámenes con instrumentos.[/QUOTE]
Estas fueron las pericias del primer juicio… el cual fue anulado
Se repitieron en el segundo pero esta vez se garantizó un clima favorable en la declaración de los menores, como un circuito cerrado de televisión, que les permitió efectuar los testimonios en una sala cerrada y sin público.
[QUOTE]La sentencia fue leída por el juez Danilo Baéz, quien detalló que el relato en el estrado del hijo mayor de Tocornal fue crucial para que los jueces tuvieran “plena convicción, más allá de toda duda razonable” de lo ocurrido.
En la deliberación del tribunal se establece que “durante el período comprendido entre los meses de julio y octubre del año 2005 el acusado antes referido, en reiteradas ocasiones, ejecutó actos de connotación sexual en contra de su hijo, el menor J.T.P., que a la sazón tenía 10 años de edad”.
Los abusos ocurrieron en el domicilio de Tocornal, un departamento de la comuna de Vitacura, durante las visitas acordadas con la madre del menor.
Los hechos fueron acreditados “principalmente con la declaración de la víctima menor de edad J.T.P., quien dio cuenta durante el transcurso de la audiencia de juicio en forma completamente coherente, precisa y concordante” de lo ocurrido.
Junto a las declaraciones del menor, se tuvieron en cuenta a los testigos Carolina Pesce, madre del menor; Soledad Gajardo, ex empleada; María Cecilia Ortega, abuela materna; además de los médicos Jorge Torres, Sergio Canals y Ricardo Díaz, entre otros.
Torres y Serani destacaron en sus testimonios que J.T.P. tenía lesiones “plenamente compatibles con una agresión sexual del tipo penetración de carácter crónica”.[/QUOTE]
Fuente: Cooperativa.
Sinceramente no creo que un niño pequeño pueda “simular” tanto tiempo algo tan perverso y horrible como lo que ocurrió.