La proteína que enloquece

Nuestra alimentación ha sido fuente de continuos sobresaltos en los últimos años. Seguro que recuerdan la crisis de las “vacas locas”. Las ventas de carne de ternera cayeron en picado por temor a contagios, se sacrificaron miles de animales y se paralizaron las importaciones de carne de vacuno procedentes de otros países, sobre todo del Reino Unido, el foco de la epidemia.
La crisis se originó por la alimentación del ganado con piensos contaminados con un nuevo agente patógeno, el prión. Estas vacas, tras un largo periodo de incubación, morían afectadas de demencia. Si entraban en la cadena alimentaria humana antes de tener síntomas evidentes, la enfermedad podía saltar al ser humano, tal como sucedió. Esto creó una alarma social sin precedentes y despertó un interés inusitado por estas enfermedades, las Encefalopatías Espongiformes Transmisibles (EETs) y por el gran protagonista de la historia, el prión.
Los priones son proteínas –sin ADN– capaces de originar unas enfermedades neurodegenerativas raras y actualmente sin cura, mediante un proceso nuevo, distinto de los virus y bacterias “clásicos”. El prión presenta dos formas diferentes: una “sana” presente en todos los animales, la PrPc, y otra patógena, la PrPsc, que es la que causa la enfermedad. Cuando la PrPsc entra en un ser vivo a través de la comida, va en busca de la PrPc del huésped y la transforma en una nueva PrPsc. Así, la PrPc va desapareciendo y la PrPsc se acumula.
Aunque la PrPc está repartida por prácticamente todos los tejidos del cuerpo, las EETs sólo se manifiestan en el cerebro. Aquí originan la muerte de las neuronas y con ello la aparición de huecos que le dan el aspecto típico de “esponja”. ¿Qué ruta sigue el prión desde la boca al cerebro? He aquí el gran misterio. Primero tiene que resistir la acidez del jugo gástrico y la acción de las enzimas que trituran los alimentos que ingerimos y después atravesar la pared digestiva. Las células que contienen la PrPc pueden ser la puerta de entrada pero… ¿qué células son éstas? ¿Son las mismas en distintas especies animales? Nada se sabía.
Responder estas preguntas ha sido el objetivo de la tesis y, para conseguirlo, realizamos un “barrido” a lo largo del tubo digestivo de ratas, primates y vacas de la raza autóctona Pirenaica, la más afectada en Navarra. Empleamos varias técnicas que permiten localizar la PrPc mediante anticuerpos específicamente dirigidos a ella. Estos anticuerpos, se marcaron, entre otros, con moléculas fluorescentes para luego poder visualizar las células positivas con el microscopio.
Los resultados muestran que la PrPc aparece en las células endocrinas que están repartidas por todo el tubo digestivo. Las células endocrinas producen las hormonas, mensajeros químicos que se liberan a la sangre y controlan el funcionamiento del cuerpo. Esto sugiere que la conversión PrPc a PrPsc podría darse en estas células y llegar al cerebro a través de la sangre. Pero en el aparato digestivo hay decenas de células endocrinas distintas y no todas tienen la PrPc. Para identificar cuáles sí y cuáles no, detectamos, simultáneamente, la PrPc y otra sustancia, característica de cada tipo celular y vimos si el marcaje aparecía en las mismas células o no. Mediante este sistema comprobamos que, curiosamente, la PrPc aparece en las mismas células en las tres especies.
Finalmente, también detectamos PrPc en el sistema nervioso de la pared digestiva. En este caso, la enfermedad podría propagarse al cerebro a través de las señales entre neuronas, las sinapsis, que comunican ambos órganos

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