? ¿NO QUE NO…?
En México nos encanta usar la palabra no. La utilizamos para negar de manera categórica y, también para pedir las cosas. La entendemos como una especie de cortesía: no vayan a pensar que estamos exigiendo aquello que requerimos. Por ejemplo, cuando nos dirigimos a la mesera de Sanborns, le decimos: « ¿No me sirve un cafecito, por favor? ». En España, esta pregunta merecería una ceja levantada y nada de café, pues parece que hemos pedido que no nos sirvan café. Si después de estar sentado media dentro de dicho restaurante y aún no te han servido café, habría que cambiar la frase imperativa por esta: « ¿Me sirve un café por favor? ». Eso podría funcionar, pero mejor puedes decir: « ¡Sírvame un café! ».
Nuestra fascinación con el no –para pedir o afirmar algo- difícilmente para ahí. ¿Cuántas veces hemos escuchado una anécdota que nos deja pensando, solo para después declarar: « ¡No pues sí! ». ¿A cuenta de qué viene ese no? Y cuando preguntamos « ¿No que no? », en realidad estamos afirmando que sí, como en « ¿No que no te gustaban las morenas? ». La respuesta: « ¡No, pues sí! ». Más claro, ni el agua. ¿O no?