Público y Aplauso

Público y aplauso. El enigma de aplaudirlo todo.JesRICART
Campo de observación: plateas de teatros. De acuerdo con la máxima de que teatro es todo y lo que distingue al profesional artístico del cotidiano es el paso por la taquilla del primero hay que decir consecuentemente que el teatro también lo hacen/mos los espectadores que van/mos al teatro. Las salas de teatro, (mucho más si son las llamadas alternativas, por lo general más pequeñas y de públicos mas singulares y minoritarios) son espacios privilegiados en los que se crea una historia de intensidad emocional compartida entre actores/actrices y público si lo que se está llevando a escena conecta sentimentalmente con el tema. Por momentos, la catarsis colectiva en lo que se está proyectando se palpa en el ambiente.
El teatro, a diferencia de épocas pretecnológicas sin imágenes envasadas, es un festín apreciado por un publico no mayoritario a pesar de algunas obras de mucho éxito con miles de asientos. Las masas prefieren otros estadios hiperdimensionados u otro tipo de escenarios. El teatro es para no perderse detalle y seguir una historia en directo. Tiene algo muy particular que atrapa la atención del público. Además, ir al teatro (como ir a la ópera) es un distintivo de una adhesión cultural además de un sello de clase.
Las razones por las que se va al teatro son múltiples y son valederas -se puede sostener- para seguir acudiendo. El problema es cuando la función que se va a ver no satisface en absoluto a pesar de que lleve un montón de semanas o meses en cartelera. O se haya ido a ver porque “toda” la ciudad ha pasado por la sala y no se puede dejar de hacer otro tanto.
Me gusta el teatro a rabiar y he disfrutado de actuaciones maravillosas pertrechado en el anonimato de mi butaca. He sentido en el cuerpo propio la emoción de actores y actrices ante duchas sonoras de aplausos por la entrega que han hecho. Por si fuera poco, he aprendido de textos maravillosos y de la dicción y elocuencia en ser representados. A veces incluso he tomado notas de algunas frases o las he memorizado para escribirlas a la salida.
Pero también he sufrido lo mío: he pasado por sesiones de aburrimiento tales que me han llevado al borde de un ataque de inacción, al sentimiento de hacer el ridículo asistiendo a una deplorable interpretación o a unas condiciones acústicas nefastas que me dejaban tras la pesquisa del murmullo. Invariablemente, en ambas situaciones, el público ha aplaudido hasta la consternación. Este hecho inalterable, hasta el punto de tomarlo como una constante teatrera, me llevó a atender bastante al público pero no tanto como a la parte actoral en cada función. Reconozco que cuando la obra es buena mi mirada no se aparta de ningún detalle escénico, pero cuando es mala o especialmente muy mala, observo de soslayo a los observadores. Y especialmente miro sus rostros en plena expansión identitaria a la hora de los aplausos. Aplauden y aplauden sumiéndome en la total perplejidad: no hay mejor claca en el mundo que el público barcelonino del que he comprobado que lo aplaude todo. Nunca he visto a nadie no participando del aplauso como hilaridad mimética del respetable salvo a alguien que me acompañe tan defraudado como yo por lo que acabamos de ver.
El espectador de teatro paga una cierta cifra (no precisamente barata) de euros que pueden acercarse a los 25, superarlos o a veces con el 2por1 pues menos. Traducida a otros recursos artísticos es el equivalente a unas 35 películas en una Filmoteca y a unas 50 o 60 horas de imágenes en pantalla, frente a la hora y veinte minutos de la funcion teatral seguida sin intermedio. La comparación no es gratuita aceptando que es completamente distinto el esfuerzo por una representación en vivo y en directo que una enlatada y sin el contacto sensorial con los protagonistas. Que el teatro es caro lo es y todo el mundo lo sabe, pero seguir la programación de temporada tampoco supone la ruina a nadie. La cuestión no es tanto el precio de taquilla como el interés de la representación. No acabo de entender esa predisposición al aplauso sistemático y devocional sea cual sea la obra, tanto las buenas como las malas. Da la sensación que el publico se sienta en deuda por el esfuerzo energético dedicado por los actores. Pero no, aunque la representación pase por el mini-esfuerzo los aplausos siguen estando garantizados.
Me encantaría que alguien armara una obra de teatro sobre el público abnegado o que sistemáticamente va al teatro. ¡se pueden sacar tantos esketches de una platea!
Almudena Grandes dijo algo cuyo deseo se experimenta con bastante frecuencia, empezó a pensar en una determinada novela cuando algunos amigos empezaron a comportarse como personajes. Hay que precisar: no hay nadie que no sea un personaje. El individuo más abutacado, pasivo, inerte, impávido, congelado, aséptico o adormilado, lo es. La divisoria entre persona y personaje es uno de los distintivos del accésit a una visión adulta dentro de una vida relacional. El espectador de teatro en vivo (el de cualquier otro espectáculo también) representa a su manera su propio papel. Ha pagado para ir a disfrutar. Cada minuto de adhesión con la escena cuenta. Cuando los gags son repetidos y el texto ni fú ni fa se arriesga a un reconocimiento de que ha ido a perder el tiempo y tirar el dinero. La mejor opción para ir al teatro no es pagar lo más barato sino algo que se tenga garantías de ser bueno. Lo ideal es contar con una avanzadilla de conocidos para que vaya primero e informe aparte de las críticas teatrales que puedan haberse consultado. Hay textos de innovación que fracasan en su planteamiento de decir algo nuevo y para mantener la atención fijada del público presentan sobreactuaciones, histrionismos y, eso sí, un formidable equipo de sonido. Si se quiere ir sobre seguro se puede elegir una representación sobre teatro clásico donde al menos un texto discursivo será garantizado. Como que no hay la costumbre de consultar (ni medios que lo faciliten) los textos de soporte de muchas representaciones teatrales, el espectador se arriesga a tener que tragarse filfa durante 90 minutos. Por suerte por cada una o dos obras fallidas que te puedes perder al menos hay una que vale realmente la pena, con lo cual el precio de la taquilla de ésta lo multiplicas por 3 y aunque parezca mas caro ya reconceptúas los números.
Actores y actrices son los nuevos hijos de la gloria que son ensalzados por salvas de aplausos a los que corresponden con rostros de satisfacción y doblazos espinales. Por no sé aun que extraña razón el espectador se sigue arriesgando a encontrarse que los actores (una de las actrices en Tres dones i un Llop) necesiten fumar de verdad sin que realmente haya exigencias del guión en hacerlo (representar lo de fumar sin echar humo del verdadero y tóxico lo sabe hacer cualquiera sin pasar por una escuela de teatro de entreno). Algunas toses del respetable no son suficiente protesta para que se acabe con esta práctica.
La verdad es que un público es el área oscura de la representación, su modo de manifestarse es el del aplauso final. La intensidad de este y el numero de veces que el cuadro actoral sale para hacer reverencias es el indicador de la adhesión al espectáculo. Hay otro indicador mucho más poderoso, si la sala se llena una función tras otra y una semana y otra y otra.
Ese sentimiento de débito del publico en aplaudir lo presentado es más psicológico que artístico. Pienso que sol ose debería aplaudir lo que realmente gusta y no por deferencia o regalía al reconocimiento del esfuerzo artístico presentado a la consideración del público. Comparativamente a otras épocas en que las representaciones en vivo eran prácticamente lo único “de la cartelera”, el público que aún le faltaba mucho para tener conciencia de tal posiblemente era mas critico con lo representado. Lo mal hecho se podía arriesgar a ser abucheado. Ahora la cortesía obliga a aceptarlo todo.
En ese guion de teatro por escribir que sugería se podria empezar con el siguiente squetch: una representación termina y el público aplaude a rabiar, de pronto uno de los actores pregunta a uno de los espectadores ¿y vd por qué no está aplaudiendo como los demás? -bueno, ejem -responde- es que el tema no ha tenido gancho, ha sido un pelotazo de aburrimiento. ¿como? -se quejan el resto de actores/actrices- ¿y todo lo que nos hemos esforzado? -Sí, hay un esfuerzo pero eso no es artístico. Tampoco aplaudo a pescadores durante su trabajo o a albañiles sudando bajo el sol por el suyo. El diálogo de esa guisa seguiría su curso hasta que el que no aplaudía podria acabar en linchamiento popular tras obligarle a representar su propio script y no gustar al resto del público. Y es que la mediocridad puede ser ensalzada junto a la originalidad repudiada.