[I]El condorazo de Volodia
ME TIENE HARTO preocupado este asuntito de don Claudio Bunster (ex Teitelboim), les diré. Mire que a los 57 años de edad venir a enterarse que su taita no es ná el que creía y noticiarse que la mamá había tenido una canita al aire cuando ya estaba casadita y con hogar armado. Mala onda, poh, y más mala si se trata de uno de los pocos ‘cerebros’ científicos que hay en el país.
Lo que me tiene molesto es la actitud que sobre esta cuestión ha mostrado durante medio siglo don Volodia. Él sabía de los requiebros sentimentales de su mujer y siempre estuvo seguro de que Claudito no era su hijo, pero mantuvo cerrada la boca pensando que nunca se sabría el ‘affaire’ de doña Raquel, su esposa de entonces. Además, tampoco aceptó la separación porque –según ordenaba el Partido Comunista, al que ambos pertenecían- resultaba de mala imagen política permitir que el pueblo se enterara que uno de sus principales líderes había sido engañado por su compañera cónyuge.
Me molesta todo esto porque don Volo no es ná cualquier persona. Se trata de uno de los símbolos del comunismo chileno que viene siendo alguien importante desde hace muchazos años. Él empezó con una Antología poética que publicó junto a un tal Anguita, en la que le dieron más páginas a Huidobro que a Neruda y a De Rokha juntos… ahí comenzó lo que se llamó ‘la guerrilla literaria’ a través de un diario que ya no existe: ‘La Opinión’. Poquito tiempo después, don Teitelboim reculó y se puso a las órdenes de Neruda, básicamente porque el Partido Comunista así lo determinó.
Después, este caballero con apellido judío-ruso (pero nacido en Curicó) se dedicó de lleno a la política, alcanzando cargos en el Congreso Nacional representando a los comunistas criollos, aunque con tendencia inequívoca a impulsar las directrices que recibía de su vaticano ideológico situado en Moscú, lo que no tenía nada de extraño, ya que los demócratas cristianos chilenos obedecían ciegamente las instrucciones de la otra parroquia ideológica que se alza en la muy romana Plaza de San Pedro y los derechistas de Pelotillehue hacían –y siguen haciéndolo- algo parecido con las órdenes expelidas por los gringos desde el Pentágono y la Casa Blanca.
Pasados algunos años, don Volodia se entregó por entero apoyando al gobierno de la Unidad Popular y fue uno de los jerarcas que debió apretar cachete cuando los milicos sacaron a la calle sus argumentos políticos. Se fue a Moscú (no se iba a ir a Washington, poh) y se hizo cargo del programa ‘Escucha Chile’, que transmitía la radio internacional de los colorados (al menos, trabajó en algo; no como otros que se fueron a la cochiguagua cafichándole a los países que los recibieron y ahora se las dan de líderes en esta democracia protegida y enclenque).
En Moscú, este caballero volvió a meter la pata. Insinuó, apoyó, administró y ayudó a editar en México un libro sobre las memorias del general Carlos Prats, obra que resultó ser más falsa que Judas, pero el tovarich Teitelboim –como parece ser su costumbre- murió pollo durante 20 años hasta que las hijas del general asesinado editaron las memorias auténticas. Hoy día todos sabemos que don Volo fue uno de los responsables de tamaña estupidez, mas él ha esquivado olímpicamente el bulto a la jeringa, entregando explicaciones medio poéticas y ofreciendo disculpas con menos cuerpo que un zancudo. Seguramente, en su fuero interno debe repiquetear la consabida frase que muchos hemos utilizado llegado el caso y si la conciencia nos aprieta el pescuezo: “Había que luchar contra la dictadura”…
La guinda de la torta fue esta cuestión de ‘su hijo’ Claudio, que en realidad resultó ser el vástago de otro caballero, de apellido Bunster. No, poh, el señor Claudio ¿Teitelboim? Bunster no se merecía esta bofetada a su dignidad ni que le hubieran ocultado desde siempre su verdadero origen. Meh, si hasta algunos conocidos líderes políticos –amigotes de don Volodia- estaban noticiados del asunto y también participaron en la infamia silenciosa (¿por cuestiones de ‘correcta política’?).
Oiga, señor Volodia Teitelboim, usted es nada menos que uno de nuestros Premios Nacionales de Literatura, por lo que esa jineta resulta ser suficiente privilegio para comportarse a la altura de las circunstancias. Yo quiero suponer que los difíciles momentos vividos durante los años de persecución y exterminio le obligaron a priorizar otros menesteres menos domésticos, pero así y todo me parece que siempre debió haber contado con momentos específicos para conversar este temita con su hijo (perdone don Claudio el que siga equivocándome todavía, diciendo que su taita es don Volo).
¿Por qué no lo hizo? Me late que la respuesta pasa por dos posibilidades no más. O tal vez por una mezcla de ambas. Mire, una de ellas es que el Partido Comunista (tan purista y cartuchón ideológicamente y seguidor de parámetros inamovibles) haya considerado que por asuntos de ‘alta política’ era mejor dejar las cosas en la penumbra de la estructura partidista (como ocurrió también cuando los jerarcas de esa tienda se enteraron que Neruda ‘gorreaba’ a su mujer con doña Matilde). La otra posibilidad es que usted sea fiel representante de lo que yo he llamado ‘el centrinaje’, es decir, que responda sin vacilaciones a la doctrina sociológica de los hijos del centro geográfico de Chile, esto es, aparentar siempre normalidad ‘decente’ (en los términos que la sociedad criolla entiende esa acepción) y decir lo que no se piensa, hacer lo que no se dice y pensar lo que se calla.
Es muy sabido que el Partido Comunista protege celosamente a sus artistas, los blinda con capas de mesianismo mediático e impide que alguien ataque frontalmente sus cuitas íntimas. En eso, los ‘rabanitos’ son insuperables (además que los otros partidos –especialmente los derechistas- se pasan la cultura y el arte por el traste). No me desmienta don Volo, pues usted es uno de los ejemplos irrefutables de ello. Pero meter alevosa e interesadamente a don Claudio en esta cuestión me parece demasiado. Acuérdese que Neruda nunca negó a su hija Malva Marina; quizás la abandonó, quizás… pero jamás renegó de ella ni mintió acerca de su paternidad. ¿Qué crestas le pasó a usted, iñor, por Dios?
Yo lo tenía en buena estima, fíjese. Pero ahora su imagen se me vino abajo como calzón de flaca, pa’qué le voy a mentir. Personalmente creo que en este tema usted fue un blandengue, casi un consueta barato de esas obras teatrales politiqueras de propaganda supina, ya que privilegió el ‘laissez faire’ (dejar hacer) que ordenó su partido por sobre la necesaria tranquilidad que merecía don Claudio. No me venga con cuentos esotéricos ni con interpretaciones tipo ensayos sociológicos de la CEPAL; usted y su partido persiguieron a doña Raquel y a don Álvaro Bunster por esta cuestión, prohibiéndoles incluso acercarse al hijo que habían procreado. Le contaré que todo eso me huele a estalinismo puro. Y acá en el campo a un asunto como el comentado le llamamos derechamente ‘mariconada’.
Lo que tiene que hacer ahora, como hombre de bien, es reconocer hidalgamente que la cagó. Así de simple. Usted no puede seguir pensando que el pueblo de Chile es como el salmón barato, que pica hasta con hollejo de uva. [/I]
[I]Arturo Alejandro Muñoz - Desde Coltauco
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[B]OPINEN [/B]