Michelle Bachelet anuncia que la “violentaría tremendamente” rendir “honores de Estado” al general ® Pinochet, si éste muriera durante su posible gobierno. Se entiende: Pinochet no es Fidel Castro, ni Kim Jong II; ni aun Chávez o el Ayatola persa. Augusto Pinochet -es cierto- fue presidente de Chile. Más aún, fue el principal agente de la liberación del totalitarismo marxista de la UP, que pretendía enseñorearse de Chile entre 1970 – 1973. Michelle Bachelet no ha sido ajena a esta pretensión. Más aún: la militante socialista estuvo ligada al Frente Manuel Rodríguez y, en cierto modo, al Partido Comunista. Si dado la sobreabundancia de la estupidez que caracteriza a nuestro pueblo, llegara a ser presidente de Chile1, el odio, como energía difusa hoy dominante, se convertiría -muy probablemente- en el principio orientador y ordenador de una política impuesta por la camarilla de los que ya afilan (más bien solapadamente) “dientes” y “uñas” para llevar a cabo sus designios; desde luego siempre en connivencia con la jefe de las “operaciones”. Si estos pudieran, a nombre de “los derecho humanos” (y tal vez de la misma democracia….), harían “resucitar” a los que ofrendaron su vida por la Patria el 11 de septiembre de 1973 hasta nuestros días, pasando por el atentado del Cajón del Maipo y los numerosos carabineros (especialmente) ajusticiados por criminales agentes marxistas no ajenos a Bachelet2, para volverlos a juzgar y a castigar. La sospecha aquí, se apoya en la interminable presunción (con encarcelamientos actuales) de quienes simplemente liberaron a Chile de la agresión marxista, como lo reconoció en su momento el ex presidente Frei Montalva. En todo esto es el odio que opera como energía de la política. Y eso, más allá de la fría ideología marxista, pero consecuentemente con su “praxis”.
1.- ¿De todos los chilenos?
2.- Por decir lo menos.
Fernando Moreno Valencia, Director Inst. de Filosofia, U. Gabriela Mistral